Llegamos a un lugar con una explotación mediocre y poco o ningún reconocimiento comercial, más bien con una mala reputación entre los pocos que eran conscientes de su existencia. Reconocimos en ella, un enorme potencial para su ubicación y sus condiciones naturales, nos dimos cuenta de que la imagen negativa era una cuestión de desorganización, falta de educación y abandono. Conscientes de las deficiencias y los problemas del medio ambiente, decidimos implementar políticas de colaboración comunitaria. Comenzamos nuestro proceso educando con el ejemplo. Incluir a miembros de la comunidad en la nómina e implementar modelos de colaboración con entidades activas en el negocio del turismo dentro del territorio. Buscamos un crecimiento sólido y sostenible, en el que construimos y mejoramos invitando a nuestros vecinos a hacer lo mismo, siempre de manera indirecta. Era evidente que los turistas preferían pagar un poco más y establecerse en un lugar limpio y estético. En la misma medida, nos involucramos en todos los procesos ejecutivos que comenzaron las entidades reguladoras dentro de la comunidad, para buscar más atención de los organismos públicos para la promoción del producto turístico y para la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la isla. Comenzamos a establecer un código interno de cultura y negocios ya crecer orgánicamente en el territorio.